jueves, 31 de mayo de 2018

Lo que quedará bajo los adoquines


Van a poner adoquines en algunas calles de Boquiñeni después de arreglar la canalización. Por eso, varias estaban levantadas y la hoguera que abre las fiestas se encendió este mayo de 2018 en una plaza, la del Rosario, que tenía un no se qué de descampado. Van a poner adoquines (o eso me contaron y yo me lo creo) pero no es mayo del 68 y aunque debajo no estará la playa, sí quedará algo que se le parecerá mucho. Bajo las baldosas nuevas quedará guardado todo lo que he pisado y compartido en Boquiñeni.
     Lo conté una vez y seguiré diciéndolo bien alto las veces que haga falta: volveré, solo o en compañía, volveré. Y encenderé una hoguera con mis recuerdos. Una hoguera como la de la noche de la víspera. Ahí se mezclará todo, lo que ya he pasado y lo que descubro en cada viaje. Y a  todo lo que viví, compartí y paseé, sumaré lo  nuevo. Y añadiré, en esta  coctelera de  recuerdos que he llamado 'Blogquiñeni', a la concejala que me regaló el pañuelo azul que lleva  el escudo con la barca. Y sumaré, también, el pañuelo amarillo del bar El Rincón, al que acabo de deshacerle el nudo mientras escribo ya que la última vez me lo quité directamente del cuello, pasándomelo por la cara y la cabeza, sin darme tiempo a alisarlo y doblarlo. Bajo las calles nuevas embaldosadas quedarán, por ejemplo, los pasos que di con J, al que llamo R junior, porque R llaman a su padre. Y aunque bajo los adoquines no se oculte la playa  como proclamaba el grito revolucionario de mayo del  68 (o sí, vaya usted a saber), seguro que  quedará  todo  lo que me he ido dejando allí, que es casi la mitad de lo que soy. Que empecé muy joven, en el siglo pasado cuando todo era aún en blanco y negro. Que empecé muy joven, muy crío, cuando las bicicletas eran, sí, para el verano. Que ahora ya sé que,  bajo los adoquines, se habrá quedado aquella moneda de 500 pesetas que, otras fiestas, se me coló por un agujero del suelo de madera del Casino. S estaba aquella tarde conmigo y bromeamos mucho. Ay, S, cuánto te debo, qué falta me haces. Pero todos esos momentos pasados quedarán bajo las calles y nunca se perderán.
    He estado en Boquiñeni para las fiestas de mayo, las de los tres patrones, el Santo Cristo, San Gregorio y San Miguel. Las recordaba en blanco y negro y esta vez las he vivido en color. Debajo de los adoquines no estará la playa pero sí algo que tiene la fuerza de una confidencia en la arena paseando con los pies mojados junto al mar: el recuerdo de ese momento en que alguien, en la barra de Los Gemelos,  me contó que  mi abuelo, que era de  Boquiñeni, llegó a conocer tan  bien los entresijos de la noche de Palma  que había hablado con el portero de Barbarela  y el Sargents Peppers para que no tuviera problemas al entrar en esas salas de fiesta.
      Cuando los adoquines cubran las calles, también guardarán otras fiestas, esas de octubre, que fueron un aquelarre. Eran los años ochenta y llegué  buscando algo o huyendo de no se qué. Volveré a Boquiñeni; solo o en compañía (preferiblemente solo porque es la mejor manera de encontrarse) volveré  y sabré que allá quedarán todos mis pasos anteriores y todo lo que voy añadiendo a mi almario con el paso del tiempo: amigas, amigos, confidencias, historias de la guerra y  de la paz  y hasta canciones, charangas y jotas. Como una de hace años, que proclamaba algo así como que ya tenemos pabellón, pronto tendremos piscinas y un paseo pa ir andando hasta la barca Pradilla . Años después es verdad que, además de pabellón, ya están las  piscinas y un  paseo pa ir andando hasta la barca Pradilla, aunque la barca se la llevara el río en una de esas inundaciones que, de tanto en tanto, ponen a Boquiñeni  en las portadas de los periódicos.  ¿Qué habrá sido de aquel muchacho  sentado que espera den las once (o las doce, ahora no recuerdo bien) en un reló que está parado?
   Tendré que tomarme otra Ambar, vaya. Y es que ocurre  algo extraño con los bares que han cerrado y a los que siempre me asomo para ver qué queda dentro. Los bares que han cerrado en Boquiñeni se han quedado como suspendidos en el tiempo, como si tuvieran que abrir al  día siguiente. Te asomas a la puerta, o a algunas de las ventanas, te fijas en que la barra sigue ahí, que quedan restos del mobiliario y tú piensas que, de un momento a otro, volverán a oírse voces, que se reanudarán conversaciones que quedaron interrumpidas y que tendrás oportunidad de volver a vivir todo paso a paso.  
       Ahora me veo pegado a un cristal de lo que fue uno de esos  bares  y miro donde la barra y luego hacia  la derecha y todo vuelve a empezar. Doy unos pasos, esta vez a la izquierda, sobre mí mismo y me quedo justo enfrente de la  entrada de hace décadas, ahora la de Bantierra, la Caja Rural de Aragón, y que entonces era la de La Pastelería, que es donde compraba primero los polos y los friseles, luego los kases y los medios kases y más tarde las cervezas. Hubo un año, debió ser el 74 o así, que siempre  una vieja y un viejo iban palbacete y alguien le pedía a Cheli que sacara el güiski para el personal porque iban a hasé un guateque. Era una de las  canciones que  sonaba  en  la máquina de discos de' la Paste', al fondo a la izquierda, según entrabas.  La máquina de ahora es un cajero automático pero yo estoy seguro que habrá quienes cuando se pongan delante para sacar dinero recordarán los tiempos de las pesetas y los duros que hacían moverse a  los discos después de apretar unas teclas. Recuerdo momentos de diferentes épocas que me vuelven a la cabeza cuando la veo cerrada. Recuerdo los momentos del PM y, sobre todo  (y qué voy a contar que no haya contado antes) del  Bar Joyosero, que cuatro años después de que echara el cierre, se me sigue apareciendo abierto en los sueños. 'Es que no tenéis casa u qué' , sí pero la llevamos dentro.
    No sabría precisar ni cuando ni cómo, pero todo un bar, con sus sillas, sus mesas y su clientela , cambió de lugar de un año para otro. O de un viaje para otro, que es mi medida del espacio tiempo cuando me dejo abducir por Boquiñeni y confundo el real con el imaginario. Al menos en mi imaginación, el 'bar de Pipo'  estaba en la calle que terminaba entre dos tiendas que marcaron mi infancia y (como si de un encantamiento se tratara)   apareció en la calle de al lado convertido en Los Gemelos. La próxima vez preguntaré si todo eso es algo que yo tengo en la cabeza o realmente ocurrió así. 
  Y ya vale, por ahora, que hay que ir acabando igual que se acaba mayo. No me despediré sin nombrar a Labordeta, que aunque no es de Boquiñeni, sigue poniendo letra y música a lo que me pasa por la cabeza cuando me meto en este blog.  Y anotaré que 'somos como esos   viejos árboles batidos por el viento que azota desde el mar'; y anotaré 
 que 'vamos a echar nuevas raíces por campos y veredas para poder andar'. Y, naturalmente,que 'habrá  un día en que todos al levantar la vista veremos una tierra que ponga libertad'.
   Acabo de regresar de Boquiñeni, cierro de momento el tarro de la pócima y me voy con la música a otra parte. Pero, eso sí, prometo que pase lo que pase con las baldosas nuevas no taparan mis recuerdos y que (si hace falta)  levantaré los adoquines y  buscaré mis pasos y todos mis momentos y todas mis historias compartidas.  Aunque  en el empeño dé con el río y me confunda con él. Hasta la próxima.

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